La hazaña del Pueblo Cofán en Colombia : Un santuario para salvar a las plantas medicinales // L’exploit du peuple Cofán en Colombie : Un sanctuaire pour sauver les plantes médicinales !

desinformemonos.org – 12 junio 2024

Los abuelos cofán cuentan que las cordilleras y las montañas tienen dueños: la gente invisible. Aunque pueden tomar la forma del jaguar, la guacamaya y la boa, se trata de espíritus que protegen al territorio. Se llaman Tsampi a´i y son los guardianes de la naturaleza, aquella que habita en los sitios a los que prácticamente no ha llegado el ser humano.

Esto ocurre en el occidente del piedemonte andino-amazónico de Colombia. Es un oasis situado en medio de Putumayo y Nariño, departamentos que se encuentran en un acelerado proceso de deterioro por la ampliación de la frontera agropecuaria, la deforestación, la siembra de cultivos ilícitos y la construcción de infraestructura para la explotación de recursos naturales.

Los curacas o sabedores de la medicina tradicional indígena cofán decidieron luchar por ese espacio y así proteger, sobre todo, a sus plantas sagradas y medicinales que corrían un inminente riesgo. A partir de 1999, trabajaron hasta lograr la declaratoria —el 16 de junio del 2008, en los municipios de Orito, en Putumayo, y en Funes y Pasto, en Nariño— del Santuario de Flora Plantas Medicinales Orito Ingi – Ande, como un área única en el país para asegurar la conservación y permanencia a futuro de estas especies, así como el mantenimiento de su cultura y su sistema tradicional medicinal.

“Nuestros territorios se han deforestado mucho. La visión de nuestros abuelos fue buscar el lugar en donde había más montañas, el mismo lugar en donde están las plantas medicinales, para tener un espacio en donde se puedan conservar y mantener para nuestras culturas”, cuenta María Taima, facilitadora indígena cofán del Sistema de Parques Nacionales Naturales de Colombia.

Para los cofán —así como para otros pueblos indígenas, como los inga, siona, coreguaje, secoya y kamëntza— la protección del yagé o ayahuasca (Banisteriopsis sp.), fue un factor decisivo. Es la planta más importante para su cultura, ya que en ella, a partir de su uso ritual y medicinal, basan toda su cosmovisión.

“Son los abuelos quienes, por medio de esta planta sagrada, orientan el pensamiento, la espiritualidad y la palabra del pueblo cofán. El yagé es un guía espiritual, es una escuela de conocimiento”, explica Wilfrey Criollo Tisoy, técnico administrativo en estrategias especiales de manejo del Santuario y además originario del pueblo cofán.

Hoy este Santuario, un espacio promovido por la Unión de Médicos Indígenas Yageceros de la Amazonía Colombiana (Umiyac) —a la que también pertenece el pueblo cofán— conserva 10 204 hectáreas de bosques, que van desde los 700 hasta los 3 300 metros de altitud, y es un área reconocida y adscrita al Sistema de Parques Nacionales Naturales de Colombia.

“Esta área es declarada con objetivos bioculturales. Eso es increíble, porque las áreas protegidas se declaran con objetivos biológicos, ecosistémicos y de servicios ambientales, pero esta es la única área en el mundo destinada a la conservación de plantas medicinales, asociadas a la cultura del Yagé, la planta orientadora de las comunidades de la Amazonía. Es un espíritu de señal. Orito Ingi Ande, son palabras en cofán que significan ‘nuestro territorio’”, describe el biólogo Walker Hoyos, jefe del Santuario desde el año 2016.

La farmacia de la naturaleza

El piedemonte andino amazónico es una región de casi 15 800 kilómetros cuadrados. Abarca una zona de escarpadas montañas del sur occidente de Colombia, rodeadas también por complejos volcánicos, cuevas, cerros, serranías y valles. Descrita por Parques Nacionales, esta región es abundante en sistemas hídricos, variedad climática y diversidad de ecosistemas que ofrecen condiciones especiales para la supervivencia de, cuando menos, 977 especies de aves, 254 de mamíferos, 101 de reptiles y 105 de anfibios.

Todo esto sin contar todavía la gran diversidad de plantas medicinales y rituales. Sólo en el Santuario de Flora Plantas Medicinales Orito Ingi – Ande, ubicado en el interfluvio de los ríos Orito y Guamuéz, la riqueza vegetal y de plantas medicinales es excepcional.

En el 2005, un estudio del Instituto de Etnobiología recopiló los resultados de diferentes expediciones realizadas por científicos junto a los médicos tradicionales en el área de influencia del Santuario. En ese momento fueron identificadas 35 familias y 60 géneros de plantas reconocidas por su uso medicinal.

Sin embargo, a partir del 2012, el Santuario comenzó con el desarrollo de un proceso de investigación y conservación que ha permitido no sólo reconocer específicamente a las plantas medicinales, sino los sitios y rutas por las que es posible encontrarlas. Hasta el 2023, el número de plantas medicinales ascendió a más de 240 especies distintas, sostiene Walker Hoyos.

Así es que, a partir de este vasto conocimiento, también se han podido colectar ejemplares para propagarlos y llevarlos a las comunidades cofán para su uso y manejo. Todo esto bajo la guía de las abuelas y los abuelos indígenas.

“Cuando vamos a subir al área protegida, debemos primero sentarnos a hablar con los mayores y hacer una armonización o una ceremonia para poder ingresar. Esta área protegida tiene códigos culturales y conocimientos de nuestros abuelos que debemos respetar. Pero también tenemos a ‘los invisibles’, los animales que nos representan y que son los guías de la selva: la guacamaya, la boa y el jaguar, que son nuestros seres espirituales”, describe Leider Queta, facilitador indígena cofán.

Para los abuelos y abuelas, la selva “es la farmacia de la naturaleza”, agrega Queta, pues allí se encuentra toda la medicina que no sólo el pueblo cofán necesita. “Por eso nuestros mayores tuvieron esa visión en la cordillera, en donde están todas las plantas. Decidieron cuidar ese espacio para compartirlo”.

Bajo esta premisa, también durante el 2012, se empezó a profundizar en el conocimiento y fortalecimiento de la nasipa sehepa, la huerta de plantas medicinales cofán, en lo que consideraron un escenario ideal para preservar la cultura y el conocimiento sobre la medicina tradicional, desde el diálogo con las abuelas. Así buscaron colaboradores dentro y fuera de la comunidad cofán —sobre todo jóvenes— para colaborar en la colecta de plantas medicinales maduradas en el área y luego llevarlas a los resguardos en donde las abuelas tienen sus huertas medicinales, que ahora son 35 —cada una de 15 por 20 metros— y que cuentan con entre 50 y 85 ejemplares de distintas especies.

“Antes todo el territorio era medicina, pero hoy en día estamos utilizando las nasipa sehepa, a donde llevamos las plantitas que las abuelas nos piden. Hemos hecho un diagnóstico sobre qué plantas necesitan nuestras abuelas y ahí es donde nosotros entramos, para apoyar en su colecta”, agrega María Taima.

Entre la variedad de especies, además del yagé (Banisteropsis caapi) y el yage uco (Diplopterys cabrereana), destacan variedades de yoco (Paullinia spp.) —una planta igualmente importante para la cultura cofán, pues se considera hermano del yagé, con propiedades estimulantes, purgantes y medicinales—, la oreja de negro (Geogenathus ciliatus) y el shishitushe (Dracontium sp.), entre otras.

“Los abuelos usan la planta sagrada del yagé para la ritualidad, pero las abuelitas usan las plantas medicinales para el dolor de muela, de estómago y para solucionar la vida de su gente. En ese proceso logramos hacer un trabajo muy lindo. Son cosas sencillas, pero poderosas, como los recorridos con las abuelitas para la colecta de plantas, para que estas enriquezcan sus jardines botánicos o huertas de medicina. Las colectamos, hablamos de la planta y las traemos a la oficina de Parques para, una vez que están arraigadas, regresarlas a las abuelas”, explica Walker Hoyos.

Suena sencillo, dice el biólogo, pero el proceso implica el encuentro con las abuelas, hablar con ellas, escucharlas y que sientan que realmente están acompañadas.

El futuro de la medicina ancestral

En este proyecto, los cofanes han trabajado como hormigas. Pequeñas acciones organizadas han desencadenado logros importantes desde los primeros años, como la propia declaratoria del Santuario. Lo que sigue —sostienen quienes trabajan en él— es incentivar a que más personas dentro y fuera de las comunidades se sumen a las iniciativas. Finalmente, los beneficios serán colectivos.

“Los cofanes somos botánicos por naturaleza. Nuestro conocimiento en plantas medicinales, así como su uso y manejo, son para mejorar la salud y la vida no solamente de nuestras comunidades, sino de toda la humanidad. Nuestros abuelos suelen decir eso: que nuestro conocimiento sea siempre útil para el beneficio de la humanidad”, afirma Wilfrey Criollo.

La tarea es seguir con el legado de los abuelos que ya no están: que sea un espacio de permanencia para el conocimiento cultural asociado al yagé, sostiene.

“Que esto sirva también como un espacio para que, cuando nosotros tampoco estemos, nuestros hijos y nuestros nietos sigan generando conocimiento”, concluye Criollo. “Tenemos un área protegida que es, verdaderamente, única en el mundo”.

FUENTE / SOURCE : https://desinformemonos.org/un-santuario-para-salvar-a…/

Les grands-parents Cofán disent que les chaînes de montagnes et les montagnes ont des propriétaires : les personnes invisibles. Bien qu’ils puissent prendre la forme du jaguar, de l’ara et du boa, ce sont des esprits qui protègent le territoire. Ils sont appelés Tsampi a’i et sont les gardiens de la nature, celle qui vit dans des endroits où les humains ne sont pratiquement pas parvenus.

Cela se produit dans l’ouest des contreforts andins-amazoniens de la Colombie. Il s’agit d’une oasis située au milieu du Putumayo et du Nariño, des départements qui connaissent un processus de détérioration accélérée en raison de l’expansion de la frontière agricole, de la déforestation, de la plantation de cultures illicites et de la construction d’infrastructures pour l’exploitation des ressources naturelles.

Les curacas ou experts de la médecine indigène traditionnelle de Cofán ont décidé de se battre pour cet espace et ainsi de protéger avant tout leurs plantes sacrées et médicinales qui étaient en danger imminent. À partir de 1999, ils ont travaillé jusqu’à obtenir la déclaration – le 16 juin 2008, dans les municipalités d’Orito, dans la région de Putumayo, et de Funes et Pasto, dans la région de Nariño – du sanctuaire de la flore des plantes médicinales d’Orito Ingi – Ande, comme une zone unique. dans le pays pour assurer la conservation et la pérennité future de ces espèces, ainsi que le maintien de leur culture et de leur système médicinal traditionnel.

« Nos territoires ont été fortement déforestés. La vision de nos grands-parents était de chercher l’endroit où il y avait le plus de montagnes, le même endroit où se trouvent les plantes médicinales, pour avoir un espace où elles puissent être conservées et entretenues pour nos cultures », explique María Taima, facilitatrice autochtone de Cofán. le Système des Parcs Naturels Nationaux de Colombie.

Pour les Cofán – ainsi que pour d’autres peuples autochtones, comme les Inga, les Siona, les Coreguaje, les Secoya et les Kamëntza – la protection du yagé ou de l’ayahuasca (Banisteriopsis sp.) était un facteur décisif. C’est la plante la plus importante pour leur culture, car ils fondent sur elle toute leur vision du monde, basée sur son usage rituel et médicinal.

« Ce sont les grands-parents qui, à travers cette plante sacrée, guident la pensée, la spiritualité et la parole du peuple Cofán. Le yagé est un guide spirituel, c’est une école de connaissance », explique Wilfrey Criollo Tisoy, technicien administratif en stratégies spéciales de gestion du Sanctuaire et également originaire du peuple Cofán.

Aujourd’hui, ce sanctuaire, un espace promu par l’Union des médecins indigènes Yageceros de l’Amazonie colombienne (Umiyac) – à laquelle appartient également le peuple Cofán – préserve 10 204 hectares de forêts, allant de 700 à 3 300 mètres d’altitude, et constitue une zone. reconnu et rattaché au Système des Parcs Naturels Nationaux de Colombie.

«Cette zone est déclarée à objectifs bioculturels. C’est incroyable, car les zones protégées sont déclarées avec des objectifs de services biologiques, écosystémiques et environnementaux, mais c’est la seule zone au monde dédiée à la conservation des plantes médicinales, associées à la culture Yagé, la plante directrice des communautés. Amazone. C’est un esprit signe. Orito Ingi Ande, sont des mots en cofan qui signifient « notre territoire » », décrit le biologiste Walker Hoyos, responsable du sanctuaire depuis 2016.

La pharmacie de la nature

Les contreforts andins amazoniens constituent une région de près de 15 800 kilomètres carrés. Il couvre une zone de montagnes escarpées au sud-ouest de la Colombie, également entourée de complexes volcaniques, de grottes, de collines, de chaînes de montagnes et de vallées. Décrite par les parcs nationaux, cette région regorge de systèmes d’eau, de variété climatique et de diversité d’écosystèmes qui offrent des conditions particulières pour la survie d’au moins 977 espèces d’oiseaux, 254 de mammifères, 101 de reptiles et 105 d’amphibiens.

Tout cela sans même compter la grande diversité des plantes médicinales et rituelles. Uniquement dans le Sanctuaire de la Flore des Plantes Médicinales Orito Ingi – Ande, situé dans l’interfluve des rivières Orito et Guamuéz, la richesse des plantes et des plantes médicinales est exceptionnelle.

En 2005, une étude de l’Institut d’Ethnobiologie a compilé les résultats de différentes expéditions réalisées par des scientifiques en collaboration avec des médecins traditionnels dans la zone d’influence du Sanctuaire. A cette époque, 35 familles et 60 genres de plantes reconnus pour leur usage médicinal ont été identifiés.

Cependant, depuis 2012, le Sanctuaire a commencé à développer un processus de recherche et de conservation qui a permis non seulement de reconnaître spécifiquement les plantes médicinales, mais aussi les sites et les itinéraires par lesquels on peut les trouver. Jusqu’en 2023, le nombre de plantes médicinales est passé à plus de 240 espèces différentes, précise Walker Hoyos.

Ainsi, sur la base de ces vastes connaissances, il a également été possible de collecter des spécimens pour les propager et les apporter aux communautés de Cofán pour leur utilisation et leur gestion. Tout ça sous la direction de grands-mères et de grands-pères autochtones.

« Quand on monte dans la zone protégée, il faut d’abord s’asseoir et parler aux anciens et faire une harmonisation ou une cérémonie pour pouvoir entrer. Cette zone protégée possède des codes culturels et des connaissances de nos grands-parents que nous devons respecter. Mais nous avons aussi « les invisibles », les animaux qui nous représentent et sont les guides de la jungle : l’ara, le boa et le jaguar, qui sont nos êtres spirituels », décrit Leider Queta, animateur autochtone de Cofán.

Pour les grands-parents, la jungle « est la pharmacie de la nature », ajoute Queta, car elle contient tous les médicaments dont le peuple de Cofán n’est pas le seul à avoir besoin. « C’est pourquoi nos aînés ont eu cette vision de la chaîne de montagnes, là où se trouvent toutes les plantes. « Ils ont décidé de prendre soin de cet espace pour le partager. »

Dans cette perspective, également au cours de l’année 2012, ils ont commencé à approfondir les connaissances et à renforcer le nasipa sehepa, le jardin de plantes médicinales de Cofán, dans ce qu’ils considèrent comme un cadre idéal pour préserver la culture et les connaissances de la médecine traditionnelle, à partir du dialogue avec les grands-mères. Ainsi, ils ont recherché des collaborateurs à l’intérieur et à l’extérieur de la communauté de Cofán, en particulier des jeunes, pour collaborer à la collecte de plantes médicinales cultivées dans la région et les emmener ensuite dans les réserves où les grands-mères ont leurs jardins médicinaux, qui sont aujourd’hui au nombre de 35, chacun d’entre eux. Ils mesurent 15 mètres sur 20 et comptent entre 50 et 85 spécimens d’espèces différentes.

« Avant, tout le territoire était médicinal, mais aujourd’hui nous utilisons le nasipa sehepa, où nous prenons les petites plantes que nous demandent les grands-mères. Nous avons fait un diagnostic des plantes dont nos grands-mères ont besoin et c’est là que nous intervenons pour soutenir leur collection », ajoute María Taima.

Parmi la variété des espèces, outre le yagé (Banisteropsis caapi) et le yage uco (Diplopterys cabrereana), se distinguent les variétés de yoco (Paullinia spp.), une plante tout aussi importante pour la culture de Cofán, car elle est considérée comme le frère du yagé. , aux propriétés stimulantes, purgatives et médicinales—, oreille noire (Geogenathus ciliatus) et shishitushe (Dracontium sp.), entre autres.

« Les grands-parents utilisent la plante sacrée du yagé pour les rituels, mais les grands-mères utilisent des plantes médicinales pour soulager les maux de dents, de ventre et pour résoudre la vie de leur peuple. Dans ce processus, nous avons réussi à faire un très bon travail. Ce sont des choses simples mais puissantes, comme les visites avec les grands-mères pour récolter des plantes, afin qu’elles enrichissent leurs jardins botaniques ou leurs vergers médicinaux. Nous les récupérons, nous parlons de la plante et nous les apportons au bureau des Parcs donc, une fois enracinées, nous les rendons aux grands-mères », explique Walker Hoyos.

Cela paraît simple, dit la biologiste, mais la démarche consiste à rencontrer les grands-mères, à leur parler, à les écouter et à leur faire sentir qu’elles sont véritablement accompagnées.

L’avenir de la médecine ancienne

Dans ce projet, les Cofan ont travaillé comme des fourmis. De petites actions organisées ont déclenché des réalisations importantes dès les premières années, comme la déclaration du Sanctuaire. Ce qui suit – soutiennent ceux qui y travaillent – ​​est d’encourager davantage de personnes à l’intérieur et à l’extérieur des communautés à se joindre aux initiatives. Enfin, les bénéfices seront collectifs.

« Nous, Cofans, sommes botanistes par nature. Notre connaissance des plantes médicinales, ainsi que leur utilisation et leur gestion, visent à améliorer la santé et la vie non seulement de nos communautés, mais de toute l’humanité. Nos grands-parents disent souvent que nos connaissances sont toujours utiles au bénéfice de l’humanité », explique Wilfrey Criollo.

La tâche est de perpétuer l’héritage des grands-parents qui ne sont plus là : en faire un espace de permanence pour les savoirs culturels associés au yagé, affirme-t-il.

« Puisse-t-il également servir d’espace pour que, lorsque nous ne sommes pas là non plus, nos enfants et petits-enfants continuent à générer des connaissances », conclut Criollo. « Nous disposons d’une zone protégée vraiment unique au monde. »

Laisser un commentaire